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Vi una guitarra llorando -preguntona como Juancito-me acerqué y pregunté: 
¿Por qué lloras? 
Me dijo que "el canto se había ido lejos..." 
Me acordé de las veces que he dejado de escribirte por no tener un lápiz a mano,
 me acordé del día que encontré un lápiz y entonces no hallé papel
 quizá porque estaban lejos 
pero tú estabas conmigo, no ido.
 
Pensé en ti, en lo que me enseñaste, caminé y te vi entre nosotros 
con un gallito rojo pintado en tu franela, un pantalón gastado y zapatos apretados
 deben ser esos que ganaste en aquel concurso de poemas. 
Me alegré de verte sobre el irrenunciable camino de la lucha... 
 
 
No me cupo tanto amor y más amor en el pecho (yo te sigo queriendo y lloro de tanto quererte) 
y me acordé que a ti también alguna vez te quedó el pecho pequeño 
de tanto querer que hubo mil labios que no borraron los besos 
ni el sabor de la boca de tu amada... 
 
Mientras hondeaban un banderín con la cara de Fidel me acordé de la primera vez 
que lo viste sobre aquella pared, gracias a aquel francés...
 Y cuando alguien gritó: ¡Venezuela se respeta! 
Me acordé que tú aprendiste a cagarte en la libertad que defiende a supermán 
y que para eso te servía la mierda en esta vida
 
 
Pudiste verme sonriente
 porque vino a mi recuerdo la vez que el viejo Canelón dijo 
que con los gringos brindaría el presidente, porque el pueblo, 
¿brindar con los gringos? 
¡Esa verga si que no! Tienes razón; 
"Canelón nunca miente"
 
Yo seguí andando en el camino de la lucha 
pero miré atrás, a la guitarra llorona, 
le dije que el canto no se había ido -ni el cantor- 
que te viera a mi lado, 
que estabas conmigo lo mismíto que Bolívar 
y ella sonrió y me reprochó que no olvidaba 
que una vez preferiste verla en llamas para que sirviera tu canción... 
 
 
Nadie se atrevió a quemarla 
y aún así es tu canción la que me trajo hasta aquí
 
Los hijos de Ruperto y yo aprendimos de tus ganas 
a echarle mano a la risa y a los sueños 
al fín los hijos de Ruperto y yo aprendimos a llamar al "tío Sam": 
Don Samuel
 porque hermano de nuestra patria: él no es!
 
 
Estás aquí Alí, tu guitarra sonríe, 
tu guitarra sigue hablando, y llora a veces 
sólo porque extraña tus manos!
 
A Alí Primera, (y de su propio canto)
"Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos"
 
 
Dalila Benedetti